Mardi Gras
2/24/2004
Este fin de semana se ha celebrado por estos pagos Galvestonianos la famosa festividad pagana de Mardi Gras, que disfrutamos en buena compañía Raúl y yo. Para los que no sepan de qué va la cosa, sólo decir que se trata de saltarse a la torera, por un fin de semana, todas las normas morales que imperan por aquí de ordinario. Sumariamente son las siguientes: se puede beber por la calle, las mozas pueden enseñar las tetillas (o ubrecillas, según sea el caso) a petición de cualquier hombre (o mujer) que les arroje o lance uno o más collarcitos de plástico desde un balcón o una carroza (cuando hay desfile). También pueden los viandantes ser requeridos por una de estas exhibicionistas de ocasión, a intercambiar alguno de los collares que éste lleve al cuello por una elevación de camiseta o similar. No hace falta decir que ni a Raúl ni a mi nos pidieron ningún collar, y eso que como se verá en las fotos que acompañan a esta crónica, perdimos bastante los papeles (sin llegar a la práctica del nudismo ni del seminudismo) para conseguir "necklaces" o "beads" a tutipleni, gritándoles "guapaaa" a las abuelas gringas de los balcones, a ver si se portaban. Los hombres que tiraban collares desde los balcones eran ciertamente graciosos, eligiendo a dedo a la destinataria de los más grandes y espectaculares (collares, por supuesto), eso sí, previo pago en especies enseñando los más grandes y espectaculares (pechos, ahora sí). Otra muestra de la doble moral trasnochada de este sitio es que en los desfiles, las marjorettes de las high schools (es decir, menores de edad), bailaban en la calle bastante ligeritas de ropa (siempre apretada y purpurinosa, lo que no dejaba de ser embarazoso, y casi nunca mejor dicho, para algunas pobres niñas que no estaban precisamente en una trentaiséis) y con un estilo ciertamente desenvuelto, que les hubiese permitido un puesto de trabajo digno como estrípers de crónicas marcianas... eh, pero lo de la teta de la Jackson fue al congreso porque había niños mirando...
Así pues, pasamos el fin de semana con algunos indígenas amigos de mi primo, comimos fajitas, una sopa típica de New Orleans, camarones con patatas y salsa picante, cangrejos de río, frijoles con carne y nosequé más... y ciertamente estaba todo de puta madre. La verdad es que aquí todo lleva picante... por ejemplo el otro día comí ostras fritas con salsa picante. Se va a un gran almacén, se compra un aparato de doscientasmil kilocaloríasfrigorías por segundo a gas propano, se monta SIN MIRAR LAS INSTRUCCIONES, se añade un galón de aceite de cacahuete, se pone a tropecientos grados y se rebozan las ostras en una especie de manteca picante. Todo el proceso lleva un par de horas y unas cuantas Badgüéisers. Una vez el aceite está en su punto se meten las ostras en un cazo agujereado y un minuto trentaisiete segundos después se sacan. Se mojan en una salsa picante con un retrogusto sospechosamente parecido al ketchup y tras deglutir el bolo alimenticio se pregunta uno: "dónde estaba la ostra?" No me he podido reprimir y he tenido que contar esta anécdota porque me sentí más Homer Simpson que en mi vida.
Pues nada, en las fotos que hay más abajo se nos ve también a Raúl y a mi con uno de los ZZ TOP. Y no es broma. Si el tolay que nos echó la foto hubiese apuntado más abajo se le vería la barba y el pulgar de la mano derecha señalando al cielo. El otro (que es igual que él) andaba por ahí bailando también. También os adjunto unas fotos de pechitos que sacó mi compañero de laboratorio (en total connivencia marital con su señora, por supuesto).
Bueno, lo del paseo en canoa que nos pegamos Tonda y yo, y el baño de dos horas en el jacuzzi al aire libre tomando el solete os lo cuento en otro momento, vale? (sé que damos mucha rabia)

escrit per Pableras a les 00:25 | Permalink |   0 comentaris