Ayer a la tarde bajamos Nahuel y yo, como hacemos la mayoría de días, a comer en la parte posterior de casa, junto al río. Bajamos con todos los bártulos de estudio, yo con mis artículos y él con el Barnes y el Brusca, que tan amablemente nos prestó la Universidad de Barcelona. Después de comer nos acercamos a la orilla, la marea estaba baja y hacía una tarde preciosa. Empezamos a pasear un poquito hacia el lado izquierdo y a unos 20 metros de casa, allí, sobre la orilla, nos encontramos con el cadáver de un hombre. No tenía cabeza, ni pies, ni brazos, sólo las piernas y parte del torso, de lo que quedaban sólo prácticamente los huesos, y su pantalón corto negro. Avisamos a la policía y ahí empezó todo el circo de toma de datos, declaración, ir y venir de policías, señores con libretas en que apuntar, forense...Pero no me impactó. Y a Nahuel tampoco. Nos sorprendió encontrarnos el cuerpo, e inmediatamente fuimos a avisar, pero no quedamos traumados, ni shockeados, ni nada de nada. La verdad es que me parece extraño. Siempre pensé que cuando me encontrara un muerto iba a sentir un algo. Pero no sentí nada. Tal vez porque no tenía ya casi aspecto de humano, tal vez porque llevo meses entre lobos muertos... No sé.Tampoco sé porque os lo cuento, supongo que porque sois mis amigos y porque me da la sensación de haber conocido algo de mí misma que desconocía. Aunque bien mirado, a lo mejor es una tontería el impactarse o no al ver a un señor muerto.